Hombres comunes, solidaridad infinita

Rebelión
Cuando en el próximo primero de enero del 2004 celebren los cubanos el 45 Aniversario de su Revolución, luego de sortear un largo y complicado camino -no por ello hermoso y lleno de sin par tenacidad-, llegará para muchos el recuento de lo vivido en estas más de cuatro décadas. Para mí, de manera especial, será el momento de recordar a todos aquellos, venidos de distantes lugares, a apostar junto a los cubanos por una vida mejor y más plena. Pensaré, desde luego, en aquella pléyade de hombres y mujeres sencillos, capaces de sobresalir entre el heroísmo cotidiano de este pueblo, muchos de los cuales murieron en la tierra de Fidel y de Martí, compartiendo con los cubanos no sólo el aire puro de su Isla, sino también un pedazo de tierra tibia. Fueron igualmente, a qué negarlo. soldados privilegiados en esta bella batalla por el optimismo y por la dignidad del hombre sufrido de América. Los que llegaron un día, tal vez sin un centavo en el bolsillo para ofrecerle a Cuba, pero dispuestos a brindarle su energía, lo mejor de sí mismos, y esa enorme capacidad de convertir las hermosas utopías en obras tangibles y valederas.
Los cuerpos de muchos de ellos descansan en cementerios cubanos y no obligatoriamente en panteones solemnes, sino en tumbas sencillas y humildes como lo fueron sus propias vidas. No se destacaron talvez por realizar épicas acciones, sino por ese terco y cotidiano protagonismo en el lugar más necesario que sólo se encuentra en la trinchera diaria por la vida. Por ello se les vio vestir el uniforme de miliciano y marchar orgullosos y orondos a su guardia obrera, día tras día, o a su puesto en la fábrica o en la escuela donde enseñaron a los jóvenes cubanos y les hablaron, incluso, del dolor de los suyos en la lejana y dolorosa patria conservada intacta en el corazón. También se les vio sudorosos, pero entusiastas, cada mañana dominguera de trabajo voluntario o marchando en aquellas inigualables gestas en las que el pueblo cubano salía a las calles a hacer historia cada Primero de Mayo o cada 26 de Julio.
Esos hombres sencillos venidos desde lejos compartieron con los cubanos no sólo los momentos felices de cada victoria, la alegría de la resistencia, sino también los momentos dolorosos del atentado a La Coubre, la invasión de Girón, los días complejos y difíciles de la Crisis de Octubre, el atentado al avión de Barbados y muchos hechos provocados por la obstinación de nuestros enemigos por destruirnos. Pero también compartieron el pan diario con los cubanos, las escaceses provocadas por un bloqueo criminal, los apagones y la falta de agua, las paradas atestadas y la falta de medicinas. Sin embargo, resistieron y se crecieron como cada cubano revolucionario, sintiendo que cada obstáculo al que vencían los hacía más dignos de sus propios pueblos.
Otros aún viven aquí, en cada cuadra de los barrios habaneros o de otras ciudades, emulando en las fábricas y en las escuelas, abriendo surcos en la tierra o compartiendo cada tarea que engrandece a la gran obra que abrazaron un día desinteresadamente. Por ello, perdónenme los cubanos el atreverme a decir que este 45 Aniversario también es nuestro, de la solidaridad de todos los que apostamos por Cuba y nunca le dimos la espalda durante tantos años, de los que aún batallamos a su lado y continuaremos haciéndolo hasta las últimas consecuencias.
Este 45 Aniversario le pertenece, sin lugar a dudas, a mi amigo Mario Augusto Carranza Rivera, guatemalteco igual que yo, quien siendo aún casi un niño marchó a la Sierra Maestra aquel 17 de noviembre de 1957 y se unió para siempre a la Revolución. Luego de combatir en las filas del Ejército Rebelde, específicamente en la Columna Uno, sirvió durante 38 años a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Hoy, ya jubilado, mantiene vivas las ideas por las que luchó desde su adolescencia. No ha habido en él un solo minuto de la vida en se haya apartado del destino de los cubanos y de su Revolución.
Al mencionar a Mario Carranza, honro a todos aquellos que confiaron en Fidel desde un principio, sin poner en dudas la fe en la victoria definitiva.
Este 45 Aniversario de la Revolución le pertenece también a esa pléyade de niños y adolescentes, venidos de distintos confines del mundo para aportar su pequeño grano de arena durante la Campaña Nacional de Alfabetización. A muchos de ellos conocí en aquellos gloriosos tiempos en que compartimos con la joven generación de cubanos tan hermosa obra. Me enorgullece encontrarlos hoy ya más viejos, y saber que nunca abandonaron a Cuba. Entre ellos los hay obreros destacados, educadores sobresalientes, combatientes internacionalistas en Angola y revolucionarios permanentes. Aquí echaron raíces y vieron crecer a sus hijos. Aquí lucharon por el futuro y soñaron con la pureza con la que saben hacerlo los hombres dignos. Y entre estos jóvenes sobresalió aquel muchacho venezolano cuyo padre murió en el salvaje atentado al vapor La Coubre. Conmigo lloró más de una vez al padre amado y juró serle fiel hasta las últimas consecuencias. Sin lugar a dudas, a ambos también pertenece esta victo ria.
Este 45 Aniversario le pertenece también al nicaragüense Carlos Ulloa, quien regó con su sangre generosa la tierra cubana, defendiendo a este hermano pueblo de la criminal agresión mercenaria en Girón. Muchos como él, extranjeros recién llegados a Cuba, defendieron a la naciente Revolución. En el fragor de la batalla, algunos de ellos artilleros y milicianos, supieron que el futuro de América, de sus hermanos explotados y desposeídos, estaba en juego. Por ello no vacilaron en tomar las armas junto a los cubanos.
En esa gesta heroica de abril de 1961, una humilde mujer vestida de miliciana -mi madre- disparó a los aviones mercenarios que atacaban la base aérea de Ciudad Libertad con un pequeño revolver calibre 38. -"¡Yanquis hijos de puta-gritó presa de rabia e indignación-, aquí no harán lo que hicieron en Guatemala!" Veinte años después moriría en Cuba, un triste primero de agosto de 1981. Durante su paso por la vida junto a los cubanos, siempre enorgulleció las calles de su barrio con su envidiable intransigencia revolucionaria y su antiimperialismo. Miliciana, Auxiliar de la PNR, Presidenta de su CDR, destacada miembro de la Federación de Mujeres Cubanas, anónima agente de la Seguridad cubana, a ella le pertenece también este 45 Aniversario.
Muchos se fueron después de dejar hondas huellas en los que los conocieron y lo común en todos ellos fue su amor y entrega a Cuba desde sus diferentes desempeños. Don Manuel Galich, intelectual destacado y profesor universitario, capaz de enorgullecernos a cubanos, guatemaltecos y latinoamericanos. Guillermo Torriello, incansable luchador por la verdad y la dignidad de América.
No tan reconocidos como ellos lo fue la educadora Consuelo Pereira, dispuesta siempre a tomar la palabra en cualquier ocasión para defender a Cuba y denunciar los crímenes del imperialismo yanqui en su patria amada. También se nos fue hace unos meses Genover Castañeda, humilde hombre en que la sangre indígena hervía llena de vida y optimismo. Apostó por Cuba sin reparos y la defendió de distintas maneras. A todos ellos les pertenece también esta victoria.
Por último, cómo no hablar de mi padre, romántico empedernido e inusual hombre de acción. Se entregó a Cuba desde el primer momento y le sirvió anónimamente durante 37 años hasta que la muerte le jugó una mala pasada. Con su tabaco siempre, llevando en el pecho el orgullo de no haber traicionado jamás a Fidel y a Cuba, le contemplé más de una tarde habanera esperando el nuevo momento de partir, sin importarle el riesgo, animado sólo por la razón de seguir siendo útil a su gran patria latinoamericana. A ti también te corresponde, papá, este victorioso aniversario de resistencia y de combate por la vida.
Y permítanme incluir en este digno y merecido homenaje a todos aquellos hermanos y hermanas que en diferentes lugares del mundo se han solidarizado y solidarizan con Cuba, poniendo al desnudo las campañas y sucias maniobras que se urden contra ella. Para esos amigos solidarios vaya este fin de año mi abrazo fraternal de compañero de trinchera.
He sido sincero al exponerles las razones por las cuales este próximo primero de enero, victorioso y gigante, también les pertenece a los sencillos hijos del mundo que tuvieron el inigualable privilegio de ser miembros genuinos de las huestes solidarias del Che, las que nunca abandonaron ni abandonarán a su Cuba hermana y entrañable.
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sergio lim -